LA MONARQUÍA MEXICANA MODERNA. SEGUNDA PARTE
En La Hormiga de la semana pasada concluí que los problemas por los que atraviesa nuestro país no se resuelven “con un Gran Presidente o un Gran Líder”. “La dificultad no está en la persona sino en el sistema. Es el sistema lo que debemos cambiar” y propuse el uso de “el refrendo” que obliga a que los actos de mayor importancia para el país, NO sean adoptados por una persona, aunque sea el Presidente, sino de manera plural. El refrendo significa firmar de conformidad; por lo que, si se va a emitir una ley sobre salud, para ser obedecida, se requiere la firma aprobatoria del Secretario de Salud. Si lleva la firma del Presidente e inclusive la de otros miembros del gabinete, pero el Secretario de Salud no la firma, la ley no tiene validez. Para ello, se debe eliminar el poder del Presidente de “libremente remover” a los Secretarios de Estado, ya que no firmar, refrendando el acto, se usaría como razón para remover al disidente.
Este sistema que obliga a que la promulgación de leyes y la toma de otras decisiones trascendentales para el país, se adopten de manera plural, por grupos responsables de sus áreas y competencias, junto con el Presidente, evita que éste actúe como rey y pueda decidir lo que le venga en gana. El refrendo, pues, es una primera sugerencia de mecanismo de control presidencial. A continuación, se expone otro control, que como ha quedado demostrado en la práctica del presente liderazgo verborreíco y diarreíco, son indispensables si queremos salir de los males de la presente monarquía.
En esta ocasión me referiré a los dineros. Duele ver que nuestros impuestos, que con esfuerzos pagamos, se gasten en berrinches y actos faraónicos, a cargo de subalternos entrenados en besamanos.
La Constitución señala la obligación del Ejecutivo Federal de presentar anualmente al Poder Legislativo para su aprobación, el “presupuesto de ingresos” y el “presupuesto de egresos”.
Los ingresos provienen principalmente del pago de las contribuciones a cargo de los ciudadanos y de manera secundaria de la venta de bienes (petróleo, electricidad y otros) y servicios. Los egresos se programan y se listan en el presupuesto de egresos. Cuando los egresos son superiores a los ingresos, se recurre a préstamos, lo que integra la deuda pública. Las cámaras de diputados y senadores tienen la facultad de revisar y aprobar en su caso, el presupuesto de egresos, en tanto el presupuesto de ingresos sólo se analiza y en su caso se aprueba por la Cámara de Diputados.
Esto es lo que señala nuestra Constitución. Un sistema ordenado y transparente, el que además revisa la Auditoría Superior de la Federación. Nuestra Constitución es impecable al respecto. Sin embargo, ¿cómo es entonces que el Presidente anuncia con la desfachatez y el desparpajo de un hecho consumado, que el costo del Tren Maya se ha duplicado? Lo que, por supuesto, nosotros de una manera u otra vamos a pagar. ¿Cómo es que lo mismo sucede con su otra obra consentida, la Refinería de Dos Bocas? ¿Cómo es que a nosotros no nos toca mas que apechugar y ver los dineros pasar y los compromisos de deuda crecer?
Obviamente, estas conductas demandan un cambio de nuestro sistema. Podría establecerse que en éstos casos se requiere la aprobación del Secretario de Estado competente en la materia, como una restricción a posibles locuras de chivo suelto en nuestra cristalería. Habría que estudiar otros posibles controles.
Requerimos adoptar un nuevo sistema que disminuya la autoridad presidencial y obligue la adopción de decisiones de manera plural. Requerimos de un gobierno obligado a platicar, parlamentar, negociar, a diferencia de la decisión (“soy muy terco”), de una sola persona, acostumbrada a que el resto se le postre de rodillas, por ser el Iluminado en Turno, electo por mayoría.
Como se señaló anteriormente, “…[lo antes dicho] daría entrada a la negociación y parlamento necesario para gobernar y le restaría fuerza al sistema uni-decisorio (monárquico) que hoy impera. Insisto, no se trata de que nuestro Presidente sea sabio y justo, se trata de que se le reduzca al cargo presidencial, el exagerado poder que hoy tiene. Estamos viviendo el poder de un Presidente Supermacho. Se requiere que sea un mortal que dirija los destinos de la nación, obligado a conversar y convencer o en su caso aceptar, los puntos de vista contrarios a su criterio”.
El Ejecutivo, como su nombre lo indica, es quien ejecuta la voluntad del pueblo, representado en el Poder Legislativo. Debe ser un buen administrador. Que cobre y gaste y/o invierta nuestros dineros. ¡Que lo haga con responsabilidad! ¡Qué sepa gastar bien! Que entienda que cualquiera puede gastar a lo tarugo, pero gastar bien es tarea difícil. Que comprenda la responsabilidad de hacerlo con dinero de otros, ¡que lo hace con el dinero del pueblo!